Proyecto educativo e identidad
Introducción
La naturaleza de nuestro Profesorado, como Institución de Educación Superior de las Hijas de María Auxiliadora, es ser lugar de elaboración del saber y de formación crítica, buscando desarrollar la función de docencia, de investigación y de servicio a la sociedad, en la iglesia. El Instituto, como formador de educadores salesianos, encuentra su principio inspirador en el humanismo cristiano, que pone la persona al centro y la hace protagonista de la propia existencia. El humanismo cristiano, como propuesta auténtica de valores, y a la luz de la fe, “manifiesta el plan de Dios sobre la entera vocación del hombre, por ello orienta la mente hacia soluciones plenamente humanas”. (Gaudium et Spes, n. 11)
El Nivel Superior exige a los alumnos ingresantes nuevas formas de vincularse, una mayor autonomía que promueva la autogestión, objetos de conocimientos con características específicas, una normativa institucional diferente a la de la modalidad del Nivel Secundario, nuevos grupos de compañeros y, en muchos casos, el alejamiento de los lugares de origen. Para muchos estudiantes terciarios estos factores configuran dificultades a la hora de insertarse en este ámbito académico.
El Instituto Superior Particular Incorporado N° 9026 “María Auxiliadora” ha ido configurando una visión sobre el “aprendizaje” como un proceso social activo, en el que intervienen factores intra e inter subjetivos y factores que pueden favorecerlo u obturarlo. Entendemos que el ámbito académico debería configurarse en un lugar de inclusión y de subjetivación entendida como la formación del sujeto, que posibilite la construcción de herramientas. No para la producción, sino para la socialización (Bleichmar, 2004).

El Profesorado como comunidad académica fiel al Sistema Preventivo de Don Bosco, y tal como fue vivido creativamente por María Dominga Mazzarello, acompaña a los estudiantes promoviendo en ellos el desarrollo integral y la responsabilidad de ser ciudadanos y profesionales honestos, capaces de solidaridad.
En el contexto carismático del Instituto Superior N° 9026 e interrogándonos como Equipo Educativo-Pastoral, asumimos el desafío de pensar y llevar adelante, juntos, un Itinerario acorde y coherente con la propuesta académica del nivel, que garantice el acompañamiento y sostén personal de los jóvenes, optando por la dimensión vocacional
del carisma salesiano como centro fundamental de opción institucional.
Nuestra propuesta consiste, entonces, en ofrecer caminos diferenciados, capaces de responder a las diversas necesidades y sensibilidades de las jóvenes: las de quien han de escuchar todavía el primer anuncio, de quienes empiezan a ser cristianas, de quienes forman parte de una comunidad eclesial o no, de quien está marginado y en situación de desamparo.
Algunas certezas que fuimos construyendo
Santiago Rodríguez Mancini expresa con claridad el modo de vivir la pastoral en una institución de educación formal: “Hablar de pastoral educativa es referirnos a una acción muy compleja aunque profundamente unitaria. Lo que le da unidad es la tarea a la que todos los actores son convocados: la síntesis fe-vida-cultura. Esta es la tarea de fondo de la actividad educativa: conformar comunidades de creyentes que se encuentran en torno a los saberes culturales socialmente significativos para su recreación crítica a la luz de la fe buscando la conversión personal y grupal.”
1RA MOTIVACIÓN: “CAMINANDO”
“El Reino es Vida, que hombres y mujeres se relacionen en salud, y crezcan generosamente, compartiendo vida, creyendo (confiando) unos en otros. No se trata de creer unas verdades separadas, como una especie de capital externo, sino de vivir en fe, esto es, de creerse unos a otros, fundándose así en el mismo Dios. Esta es quizá la nota distintiva de la escuela de Jesús. Todo es don (es Dios) y, sin embargo, los hombres y mujeres han de realizarlo todo, sin esperar de un modo pasivo, siendo ellos mismos profetas mesiánicos, en comunicación de amor.”
Partiendo de esta premisa que nos describe Pikaza y entendiendo que los “lugares” de misión no son solo en los márgenes geográficos de nuestro territorio, sino todas aquellas fronteras que nos interpelan y son un desafío de indagación y descubrimiento, es que queremos habilitar espacios en donde “caminar junto”, “caminar con”, “caminar al lado” con un horizonte claro, pero descubriendo que pasos dar con ellos y ellas.
Una Comunidad que se reconoce discípula, atenta a la voz del Espíritu, es su cómplice y está atenta a Dios que nos viene al encuentro en lo oculto de esa vida de cada día, hecha por lo general de experiencias sencillas, rutinarias, de ocupaciones monótonas, de mates y conversaciones, de encuentros. Somos cotidianeidad, y es ahí donde Dios habita.

2DA MOTIVACIÓN: “CON LAS Y LOS JÓVENES DE HOY”
El viento solo tiene voz si lo sentimos en medio de… danzando entre las hojas de los arboles, moviéndose entre las calles, cuando nos golpea el cuerpo o nos acaricia el rostro. El viento solo “es, entre”. La Ruah de Dios, no encuentra otro modo de ser y estar, que “entre”. Escuchamos la voz de Dios, su soplo, cuando pateamos la vida. Es ahí y no en otro lado donde escuchar su brisa.
Jorge Drexler nos dice: “Somos una especie, en viaje, no tenemos pertenencias, sino equipaje […] Somos de todos lados y de ningún lado del todo”. Ser Comunidad discípula que se deja mover por la Ruah de Dios, es nunca estar quietos, siempre descubrirnos en movimiento, buscando sentidos, errantes en la historia y buscadores incansable de utopías. El viento nos impulsa a andar juntos, atesorando las búsquedas y abrazando la vida, creando nuevos modos de ser y estar juntos en donde las y los jóvenes sean protagonistas.
“Caminar con las y los jóvenes de hoy” no es una frase que “tenemos que decir”, sino la síntesis de sabernos interpelados por sus gritos, sabiéndonos necesitados de comprender e interpretar las posturas, miradas, silencios, presencia-ausencias e involucramientos de las juventudes en lo que acontece. Ellos y ellas nos invitan a abrirnos a los nuevos temas y dramas que viven, a tener una palabra al respecto y comprometernos con sus realidades.
Esto nos exige cambiar nuestra perspectiva de mirada para renovarnos constantemente y gestar nuevas y significativas propuestas pastorales. Siguiendo al Papa en su Exhortación Apostólica Cristus Vivit nos mueve la opción por “privilegiar el idioma de la proximidad, el lenguaje del amor desinteresado, relacional y existencial que toca el corazón, llega a la vida, despierta esperanza y deseos. Es necesario acercarse a los jóvenes con la gramática del amor.”
3RA MOTIVACIÓN: “HACIA EL CUMPLIMIENTO DEL PROYECTO DE JESÚS”
La espiritualidad, en su sentido más amplio consiste en vivir realmente con espíritu, no de forma inconsciente, automática, vacía. Desde la óptica cristiana, hacer vida en el espíritu que movió a Jesús, sumergiéndonos en el micro relato del Reino, asimiento la dinámica samaritana de mirar, conmoverse, convertirse y comprometerse. Con la intención de favorecer un discernimiento cristiano en clave de transformación de la micro realidad que habitamos.
La Espiritualidad de las y los seguidores de Jesús consiste en hacer vida su proyecto humanizador a partir de su experiencia de Dios para que sea el Espíritu quien configure nuestras vidas.
Hoy, tenemos el desafío de proponer la fe no tanto como religión, sino como camino. Los primeros cristianos no dan catedra de una religión, sino que invitan a entrar por el camino abierto por Jesús. Llaman a la fe cristiana “el Camino” (Hch. 18, 25-26; 19, 9). Es un camino que hemos de recorrer con los ojos fijos en Jesús. Hemos de aprender a vivir y proponer el Evangelio como un camino de vida, bajo el signo de la inspiración de Jesús.
Hacer vida el proyecto de Jesús es caminar en búsqueda, atravesando obstáculos, decisiones, dudas, interrogantes… Todo es parte del camino. Además, no podemos perder de vista, que cada uno de nosotros, y especialmente las y los jóvenes, hacen su propio recorrido. No hay que forzar a nadie ni tener prisa, solo animarnos los unos a los otros. Como comunidad, podemos ser un espacio abierto y pedagógico de búsqueda, discernimiento y acompañamiento mutuo en el camino de Jesús.
Partiendo desde la realidad…
Entendiendo que el encuentro con Jesús se encarna en las culturas y vida de cada grupo de personas, fue indispensable prestar atención a las expresiones, sueños, necesidades y potencialidades que les son propias y, valorándolas por sí mismas, utilizarlas como medios que permitan presentar la Buena Noticia de Jesús con los lenguajes y signos más adecuados y significativos.
En esta sintonía, el signo de la mesa ocupa un lugar central y será el punto de partida para abordar las distintas características del Reino, como proyecto humanizador, que Jesús va describiendo y haciendo experiencia a lo largo de su vida pública. Al profundizar en ciertos textos evangélicos, podremos descubrir los modos en que hoy es posible hacer de la mesa y lo que acontece a su alrededor una potencia significante de la construcción del Reino.
Hacia un horizonte en el que fijamos nuestra mirada…
Una mesa construida en utopías… Recuperando las palabras que toma Eduardo Galeano de Fernando Birri en una conferencia que compartieron, él dice: “La utopía está en el horizonte. Camino dos pasos y se aleja dos pasos. Camino diez y el horizonte se corre diez pasos más allá. Entonces ¿para qué sirve la utopía? Para eso, sirve para camina”.
El mundo nuevo en este mundo, para Jesús, tenía forma de mesa…
La mesa de la infancia, donde aprender las primeras palabras…
Una multitud compartiendo lo que tenían…
La fiesta del amor, una boda…
Los despreciados en un banquete que abraza las fragilidades…
Una mesa de amigos, donde se espera contra toda esperanza…
La mesa del servicio, en donde todos los pies son lavados…
El pan partido y repartido que enciende los corazones…
La alegría del encuentro a la orilla del lago…
Es en esta óptica donde radica la esencia resignificadora de la mesa, es imagen del Reino en donde comemos juntos, pero advirtiendo que este “juntos” no es un adjetivo, sino lo más sustantivo y esencial, porque lo importante no es comer, sino como lo hacemos: juntos.
El estar junto(s) a la mesa es una oportunidad para crear utopías, o retomando a Galeano, para hacer valer nuestro derecho a soñar. Claro está, que convivimos en la tensión de lo que aún no es, esa búsqueda perseverante por el Reino sigue siendo el horizonte que incansablemente nos pone a caminar.
Estos VALORES representan los ideales y las actitudes que identifican y orientan el ser y el hacer formativo. Son los puntos de referencia profesionales-comunitarios y los criterios de opción de convivencia humanizante y formación profesionalizante.
Desde esta mirada se busca dar lugar a una formación integral del futuro docente desde el paradigma de la complejidad, propiciando el “aprender a aprender” y el “arte de vivir juntos”.
- Donde el “aprender a aprender” supone formar un docente que:
Disponga de una actitud general para plantear y analizar problemas, y de principios organizadores que le permiten vincular dichos saberes y darle sentido.
Se apasione con la tarea de enseñar y suscite el deseo de aprender.
Enseñe a componer y fragmentar, a investigar y experimentar los dispositivos con que se producen las operaciones creativas del lenguaje; propiciando en el alumno la búsqueda de saberes y su recreación, más que la mera posesión de los mismos.
No tema a la incertidumbre y se convierta en dueño de sus procesos de indagación; autor de su propia enseñanza y de la enseñanza mutua, haciendo de los modos y las bitácoras una cuestión fundamental.
Explore y se pregunte, pueda resolver problemas y no escinda los lenguajes artísticos de los científicos.
Tenga una mirada filosófica y antropológica que atraviese la currícula superando toda visión fragmentada.
Constituya un cuerpo – ser humano capaz de atraer la mirada sobre sí mismo, trabaje su voz y su postura creando climas, emocionando, abriendo paso a la imaginación y a la solidez de conceptos.
No abandone el camino por el absurdo, ni quiera explicarlo todo rechazando el misterio. Que cree una ciencia especulativa y de acción, no alejada de su cruce con la imaginación poética.
Incursione en las nuevas formas de lo colectivo: una nueva idea de grupo, de equipo, de un hacer dónde la producción y el trabajo dialoguen, y el pensamiento se entienda como producción.
- Y el “arte de vivir juntos” significa formar un docente que:

Asuma una práctica política “dónde la escuela no tenga un adentro y un afuera”
Entienda la profunda raíz política de sus actos, con una comprensión clara de que su hacer (sus prácticas, su organización, sus dichos y actitudes) constituyen “matrices de pensamiento”; “forman” en sus alumnas o alumnos un sentido ético y estético; un modo de ver la realidad y actuar en consecuencia.
Promueva una trama de afectos y responsabilidades sin sectarismo, una nueva manera de amar al servicio de la vida y del otro como par y hermano, y no como contendiente a suprimir; una actitud de complementariedad, por medio del afecto y el respeto por la diversidad, en el marco de una práctica creativa, primordial para comprender e intervenir en la realidad.
Establezca con los alumnos estrategias para significar y dirimir los conflictos orientadas hacia una cultura de paz, desde dónde sostener sus luchas y resistencias.
Abandone en sus modos de evaluar, el criterio de rendimiento o la “piedad”, y pueda acompañar el crecimiento del alumno y alumna: como sujeto; como protagonista social; como ciudadano; como ser de la especie.